viernes, 23 de diciembre de 2016

Enamorada

Estoy enamorada de los paseos bajo las luces de Navidad.  

Estoy enamorada del frío cortante que intenta colarse entre los huecos de mi bufanda. Estoy enamorada del vaho que se asoma por la boca con cada nueva palabra. Estoy enamorada de los cristales que se convierten en espejos al anochecer y de las carcajadas que no se atreven a dejarnos respirar.

Me gusta la gente apasionada, que vive su vida con una sonrisa y con humildad. Me gusta la gente que desprende entusiasmo y calidez. Me gustan las charlas interminables con viejos y con nuevos amigos. Me gusta la gente peculiar e inusual; la que sueña, la que hace el ridículo todas las veces que le apetece. Me gusta la gente que sueña mucho; la que lucha, ante todo, por conseguir sus metas sin miedo ni pereza. Me gusta la gente motivada, motivante y cursi.

Ambición, locura, entusiasmo.


Nada de formalismos, no vale la pena hacernos los serios. Improvisemos y dejemos que todo a nuestro alrededor fluya y baile mil pasos sin saber qué es lo que está pasando. Demos rienda suelta a nuestros pies para que salten, para que tropiecen con todos los bordillos inoportunos que se presenten ante sus punteras; para que caminen por sitios desconocidos sin mapas ni prejuicios. Dejemos que la felicidad adquiera un nuevo significado 
 y lo más importante...

ENAMORÉMONOS todos de todo lo enamorable.


jueves, 25 de agosto de 2016

Agosto, agosto, agosto

¿Colas en los supermercados? ¿Sin sitio en tu cafetería preferida? ¿Cansado de esquivar a gente por la calle cuando los horarios le declaran la guerra a tu reloj?

AGOSTO, AGOSTO, AGOSTO. 

Te animo a que te obsequies con un poco de tu tiempo para deambular, para callejear y para sentir esa inusual sensación de espacio. Entra en tu centro comercial preferido y recréate mirando los nuevos escaparates. Fíjate en todos esos colores, en todos los diminutos detalles que normalmente pasarías por alto. Préstale atención a todo lo que te envuelve y envuélvete en ese insólito escenario que cada vez va cobrando más familiaridad.

Ahora mismo es la hora perfecta para entrar a todas las tiendas que se crucen por tu camino. Pruébate todas las prendas que capturen tu mirada (y las que no también). Siéntate como si el mundo estuviese esperándote para ambientar cada una de las aceras que sostienen tus zapatos y disfruta de los compases relajados que construyen tus andares. 

¿Recuerdas el restaurante que hace esquina? Tal vez te sorprenda, pero te aseguro que esa interminable cola que suele espantarte también se ha ido de vacaciones. 
Cuando termines puedes subir al primer autobús que pase y bajarte en una parada desconocida para descubrir rincones preciosos que habitualmente no husmearías. Comentan por ahí que en uno de esos barrios misteriosos hacen el mejor pastel de queso de la ciudad, así que yo de ti no me lo pensaría dos veces.

Si te cansas de tu fascinante y novedosa calma puedes ir a las orillas del puerto. Se comenta que toda la gente se ha concentrado solamente allí; entre dos calles como mucho. Camina con cuidado porque ha llegado a mis oídos que las multitudes y los parones inesperados al andar están a la orden del día. 
No obstante, nunca se sabe, tal vez una belleza con aires extranjeros te robe unos segundos para pedirte que le tomes una fotografía antes de seguir con su visita guiada.

AGOSTO, AGOSTO, AGOSTO

Si ellos supieran todo lo que se pierden ¿verdad?

domingo, 7 de agosto de 2016

Aquí te espero

Podríamos comprar el primer billete de avión que decidan enfocar nuestros ojos. Podríamos convertirnos en exploradores sin mochila o en caminantes sin camino. Podríamos dejarnos llevar por cada pequeña mota de adrenalina y vivir soñando para soñar sonriendo eternamente.
Estaría muy bien perderse por las calles de quién sabe dónde. Me gustaría caminar por aceras llenas de músicos, por bordillos colmados de artistas callejeros capaces de entusiasmar y escoltar cada nueva zancada y cada antiguo pensamiento. 
Podríamos pasar las horas sentados en un pomposo banco de acero descubriendo nuestro alrededor, aunque he de reconocer que tampoco me importaría sentarnos en algún escalón perdido, de esos que van a parar a un chiquitín y coqueto río.

Preocupémonos, exclusivamente, de acertar con los nombres que les pondríamos a cada peatón que transitase por nuestras retinas; de acertar con sus historias y de embobarnos con cada ilusión que decida atravesar nuestra mente.
Juguemos a enamorarnos de las puestas de Sol y de los murmullos acaramelados. Ganemos medallas por estremecernos de emoción al ver cada nuevo escenario. 
Tumbémonos en cada parque que veamos hasta que el césped consiga que nos pique todo el cuerpo y parémonos a aturdirnos con los colores de la naturaleza. 

Podríamos cenar en una plaza plagada de flores y adornada con casitas de colores al son de las campanas de alguna iglesia cercana. No me digas que no te gustaría acabar el día entre luces y contrastes nocturnos, entre brillos, grillos y silbidos. 

Si algo sale mal, no pasa nada, yo me encargaré de poner melodías preciosas a todos los tropiezos para que al final acabemos tarareando las notas como si no hubiese pasado nada. 
Así que no te encantes más que el avión se nos escapa. Corre y prepárate para enamorarte hasta las trancas de nuestro alrededor, de los puntos suspensivos, de las dudas, de las respuestas y de los suspiros. Prepárate para sentirte enormemente pequeño.




Te espero en la cafetería de la terminal, no tardes.


jueves, 4 de agosto de 2016

Quédate conmigo

Te llaman felicidad, te consideran lo más de lo más.
Dicen que a veces juegas a ser inalcanzable. He oído que te gusta correr y que siempre quedas en primera posición en todas las carreras. 
Sueles hacer visitas breves, escuetas y gradualmente intensas. Te asocian al placer, a la buena vida, a las oportunidades y a tantas cosas más que se hace difícil llevar la cuenta de todas. 

Yo siempre he pensado que te conocía. Siempre he creído que habías estado a mi lado muchas veces. La verdad es que es cierto, ya nos conocíamos de mucho antes. Recuerdo caminar de tu mano cada vez que Mamá se ponía su agua fresca de lavanda antes de irnos a dormir. También es cierto que solías acompañarme durante esos momentos eternos y eufóricos al lado de Clara y su familia.

Por esos y otros muchos momentos más sé que eres real y que siempre me has dejado verte en los momentos más entrañables y emotivos. 
A pesar de ello, debo de reconocer que antes no era plenamente consciente de tu presencia, era pequeña y supongo que no me paraba a pensar en ti.

Me preocupé bastante cuando estuviste un tiempo perdida, aunque no te guardo rencor por ello.
Ahora, sin embargo, estás abrazándome más fuerte de lo que nunca habías hecho. Creo que en muy pocas ocasiones te he sentido de un modo tan real, consciente y arrebatador como en el que te siento ahora.

Me alegro. Me siento muy pero que muy agradecida por ser capaz, ahora sí, de conocerte en persona y en retrato. Me siento feliz simplemente por saber que estás, más que nunca, aquí conmigo; por saber que en algunos momentos eres tan fuerte que incluso consigues sacarme alguna lágrima. Te quiero y te quiero y te adoro y te requiero. 

Quizás será verdad eso de que todo son etapas. En algunas estás más cerca y en otras más lejos. Sea como sea espero que te quedes conmigo mucho tiempo más, porque tengo la sensación de que te estoy conociendo mejor que nunca.  


Me encantas.



lunes, 2 de mayo de 2016

Tal vez

Tal vez todo esto se acabe. Es probable que el año que viene no volvamos a vivir estos momentos, que nos separen las circunstancias, que nos vayamos a otro país en busca de nuevos proyectos, que conozcamos a gente nueva, cambien todos nuestros círculos sociales y, con ello, todos nuestros planes. Tal vez el año que viene tengamos un estilo de vida totalmente distinto al actual, completamente incierto, absolutamente inesperado.
Lo cierto es que nunca volveremos a estar donde estamos ahora, como estamos en este preciso instante. El futuro, por suerte o por desgracia, se nos escapa de las manos de un modo totalmente inevitable.

Está bien. Es apasionante eso de imaginarse las cosas que nos sucederán, cómo estaremos y qué será de nosotros mismos y de todos aquellos que nos rodean en un futuro no tan lejano. Es estimulante saber que el tiempo pasa, que tenemos mil experiencias desconocidas allí fuera, en algún lugar remoto, aguardando nuestra llegada.

Es tan bonito y tan triste al mismo tiempo... La vida sigue su curso; cambiamos, cumplimos años y maduramos. Así, entre cambio y cambio, nos damos cuenta de que nada es estático y de que es muy probable que las personas que ahora nos llenan no nos acompañen siempre del mismo modo. Quizás en unos meses sean otros los motivos que den sentido a esas sinceras y espontáneas carcajadas que no cambaríamos ni por un milhojas de merengue.
Sea como sea y pase lo que pase, espero no olvidaros nunca. Espero que cuando las cosas se pongan difíciles pueda ser capaz de cerrar los ojos y transportarme aquí, con vosotros; a esta mañana soleada, a este sitio que hemos hecho nuestro, en el que hemos construido innumerables recuerdos. Tal vez construyamos alguno que otro más, ¿no?.
Quiero que todos nuestros momentos mágicos sigan intactos en mi mente para, así, recordar que una sonrisa puede llegar a ser la cosa más difícil de borrar cuando estás en tu lugar, rodeado de "tus personitas", cuando sientes que cualquier otra cosa que no fuese la que estás haciendo sería una tajante pérdida de tiempo.

Tenemos que ponernos tiernos, reflexivos y empalagosos más a menudo, dar más abrazos y besos a todos los que consiguen dar sentido a nuestros días, a todos los que nos permiten ser nosotros mismos, a todos los que siempre nos ayudan y a los que, en definitiva, adoramos.

Deberíamos detenernos a apreciar todos y cada uno de los detalles, momentos y personas que forman parte de nuestros días hoy y darles las gracias por ser nuestros soletes de primavera, nuestras estufitas internas en los días fríos 





Tal vez mañana todo cambie.

sábado, 16 de abril de 2016

Siéntate

No sabía qué hacer, estaba completamente en blanco. Tenía la mirada perdida, las piernas temblorosas, frágiles, cansadas y era capaz de percibir el inminente e inevitable desplome que iba a hacerme caer al suelo en breves segundos.
Llevaba un día de locos; bueno, una semana más bien. Por fin había conseguido comprar el coqueto apartamento que había logrado hechizarme por completo desde el primer momento que lo vi, pero la mudanza junto con el trabajo y algún que otro quehacer estaban consumiendo mis fuerzas.

Ocurrió deprisa, fue todo demasiado rápido para poder recordarlo con nitidez. Multitud, luces, un brillo cegador y un incesante murmullo. El tiempo se paró por completo y con él mi consciencia.
Vestía mi blusa preferida. La combiné con la falda vaporosa de topos que me regaló Sofía en nuestro último encuentro y me pinté los labios de un rojo intenso, de idéntica tonalidad a la de los zapatos de charol. Una tarde de respiro requería, sin duda, un "look" a juego.

Unos ojos negros me miraban fijamente. Fueron lo único que alcancé a ver antes de recuperar la consciencia por completo. Poco a poco la imagen fue cobrando sentido: una señora mayor, con el pelo de un color blanco impoluto, brillante y encandilador fue la única persona que se acercó a socorrerme. Algo un tanto sorprendente teniendo en cuenta que todo sucedió en un centro comercial.

Como no podía ser de otro modo, la invité a una buena taza de chocolate caliente en el bar que hacía esquina a modo de agradecimiento. Me enseñó las fotos de sus nietos, de sus hijos y de casi toda su familia. Me contó que le dolían los huesos, aunque no parecía importarle en absoluto puesto que, tal y como dijo, reflejaba sus vivencias, sus locuras, su vida.
Aquella dulce señora, Aurora, me enterneció con su simpleza, con su admirable positivismo y con su serenidad. Asimismo, logró desconectarme, por competo, de mis días caóticos y del estrés. Ya ni siquiera recordaba el reciente desmayo.

Al despedirnos, me dio un fuerte abrazo e intercambiamos los números de teléfono.

 

Esta mañana he ido a su casa, al igual que cada domingo. Pasamos juntas las horas, charlamos, me cuenta sus historias y anhelos junto a ese precioso ventanal que enmarca su jardín. Yo le leo libros, le leo historias.

martes, 12 de abril de 2016

Venvete

Párate a pensar. Siéntate a sentir y prepárate para un seguro derretir.

Derrítete sintiendo y prepárate pensando.

Juegos de palabras y letras entrelazadas. Gorgoritos agitados.

Me encanta lo indefinido, lo inesperado. Me gustan las contradicciones y las incoherencias. Me pierden los puntos suspensivos, los interrogantes y las dudas. Me maravilla lo perdido, lo ambiguamente indefinido.

¿La razón?

Las emociones, los sueños, las distintas personalidades y todas nuestras bellas diferencias. Es increíble que viendo una simple frase llegues a imaginarte cómo sería todo si vivieses en Australia, en una casa de madera azul, rodeado de naturaleza y de esas olas que vienen y van y van y van y vienen. Me gusta que sueñes con que algún día te reirás tan fuerte, que harás que toda la gente de algún autobús se olvide de sus problemas para acabar convirtiendo, juntos, el trayecto en un estrambótico concierto repleto de entusiasmo y ausente de cualquier tipo de monotonía.
Te veo en un vagón de tren de esos antiguos, embalado en siete toneladas de madera desgastada, disimulando tu sonrisa incontenible, descalzo, ansioso por llegar a alguna parte para poder perderte en el horizonte de la nada. Allí, dándote el gusto de regocijarte mientras disfrutas de la felicidad como nunca antes lo habías hecho.

Busca alguna palabra bonita, de las que transmiten música por sí mismas e imagínatela sumergida en miles de distintos contextos. Piensa y relájate soñando, date ese placer. Si quieres ponte nervioso, eso ya depende de ti, pero no dejes de imaginarte un arsenal de pozos sin fondo colmados de metas, de recuerdos y de vida.
Vive mucho, pero sueña más. Descubre cuál es tu significado de lo indeterminado y de las dudas, adéntrate en él y embadúrnate hasta las trancas todo lo que te apetezca y más, no hay límites.

¿Te lo imaginas?


Yo sé que sí. Si quieres, puedes perderte conmigo hasta que nos encontremos o puedes encontrarte hasta perderte para terminar buscándome mientras me sigues.

viernes, 1 de abril de 2016

Deliciosamente especiado

Hay olores que remueven emociones, esencias que tienen la capacidad de convertirnos en viajeros del espacio-tiempo, ya sea devolviéndonos al pasado o enviándonos a cualquier insólito lugar. Nos hacen remover sentimientos y esbozar sonrisas, dar achuchones a los recuerdos o, en algunos casos, colmarnos los ojos de lágrimas.

Tenemos que reconocer que hay olores que se han ganado por sí mismos el honor de ocupar un hueco permanente en nuestros dinámicos corazones. Cada vez que los percibimos, volvemos a vivir esas memorias dulces o amargas, nítidas o turbias que guardamos con cariño (o no) en algún cajón remoto y desordenado de nuestra mente.
Recuerdo las tardes en la cocina con mi madre. Vivíamos en un pequeño piso de Barcelona y, por aquel entonces, vivía feliz en mi ignorancia respecto del mundo. Todo era simple, apasionante e inocente. De hecho, juraría que todavía se me resistía el indomable arte de atar los cordones de los zapatos de un modo mañoso.
El ritmo ochentero sonaba a todo volumen a través de aquella radio de un tamaño más que considerable. El esqueleto no encontraba el momento de dejar de bailotear al ritmo de nuestras pallasadas y recuerdo que removíamos aquella mezcla espesa y contundente con un arte inigualable.

Canela. Canela era el aroma que inundaba la cocina, el mismo que nos trastocaba el paladar con cada mordisco del que acabaría siendo el bizcocho más bueno y esponjoso del mundo. Canela es visualizar el inmenso jarrón de flores que decoraba la cocina. Es ver los platos de porcelana y las sillas de madera.

Una especia que me enternece, que es capaz de conmoverme y de hacerme suspirar pensando en tiempos pasados. Me transporta a mi hogar, esté donde esté, hace que me entren unas espontáneas ganas de achuchar el aire que me envuelve y, ella solita, vuelve a calzarme los pies con los irresistibles zapatos de velcro que una vez utilicé.

Una interminable llamada al pasado, un combinado de musicalidad, risas y amor.



Felicidad.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Nueces gelatinosas


Percepciones, opiniones, hechicería y quién sabe cuántas cosas más existen hoy en día para intentar adentrarnos, aunque sea de un modo muy sutil y minúsculo, dentro de las cabezotas de las personas que nos rodean. Pretendemos saber pero estamos cruzando los dedos para no enterarnos de demasiadas cosas. Queremos mucho pero poco, "algos" acompañados de "nadas", montañas y miserias.

Queremos aventuras y sentir cómo la adrenalina inunda todo nuestro cuerpo por completo. Queremos las cosas fáciles pero difíciles a la vez, porque, muy a nuestro pesar, nos aburrimos.
Adoramos quejarnos pero preferiríamos no tener que hacerlo. Nos apetece brillar mientras pasamos desapercibidos, soñar y gritar callando. Nos gusta llenarnos los ojos de lágrimas para después reír a carcajadas hasta el punto de no poder respirar y únicamente ser capaces de poner caras raras pero normales. Amamos la tranquilidad seguida de gigantescas dosis de alboroto.

Nos gusta el blanco pero también el negro. El gris no nos acaba de convencer pero bueno, ahí está el pobrecillo, no podemos hacer nada contra esa rotunda obviedad. Nos gustan los susurros lentos y los gritos agitados, volar  y caer para después salir nadando, sin flotador pero con manguitos.
Adoramos las luces pero también las sombras, queremos elegancia con dosis de extravagancia, estabilidad tornadiza, serenatas y pucheros.

Nos seducen las tardes y las mañanas, los planes y las sorpresas. No entenderíamos nada sin nuestros infinitos fallos, pero la verdad es que daríamos cualquier cosa por no equivocarnos y sabernos el guión antes de tener que protagonizarlo.
Queremos triunfar con esfuerzo pero sin constancia, pasear sin pisar el suelo. Adoramos las cosquillas formales, los pellizcos bromistas y seríamos capaces de parar el tiempo mientras bailamos bajo la lluvia, sin paraguas pero bien secos.

Estamos hechos un lío, podríamos ser inmortales inconformistas pero amantes peregrinos. Nos inundan los planes novedosos y repentinos que nos recuerdan a aquellos momentos repetitivos.


Chocolate gélido y granizados calientes. Almendras esponjosas, nueces gelatinosas.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Pellizcos irónicos

Estimadas personas poseedoras de esa especial e inigualable habilidad en hacerme despertar de mis más magníficos sueños:

Lo primero que acude a mi mente a la hora de pensar en ustedes es una amplia gama de palabras excelentemente encuadrables dentro de la categoría de los adjetivos peyorativos.
Me gustaría transmitirles mis más sinceras disculpas por no ajustar mi primera reacción a los buenos modales, pero ustedes mismas podrán imaginar que las actuaciones que realizan suelen dejar a poca gente indiferente y a causa de ello, uno puede llegar a juzgar sin pensar demasiado en las formas, por eso del "efecto indignación". 

La verdad es que me gustaría felicitarles y, si me permiten, animarles a que se sientan orgullosas por el hecho de ser unas hábiles poseedoras de un prodigioso arte y de una habilidad sinigual en alterar alegrías y perturbar circunstancias. Podría redactar textos interminables sobre sus infinitas virtudes y cualidades, pero por ahora me gustaría centrar mis letras en agradecerles todo lo que han sido capaces de provocar con sus inspiradoras palabras y actuaciones.
Debo de confesar que sobrepasar el "efecto indignación" solía tornarse enrevesado. Dominar el enfado, frustración y desánimo que acostumbraban ocasionarme no ha sido tarea fácil, por lo que me gustaría reconocer su insistente constancia y perseverancia. Han conseguido convertirme en una alumna aventajada, fuerte, capaz de creer en mis ilusiones y pasiones, las mismas que ahora se transfiguran en firmes e irrebatibles. Me retiro el sombrero ante ustedes por haber hecho que confíe en mí y en mis capacidades a pesar de sus afligentes pareceres y mordaces veredictos. Tan sólo personas con sus habilidades han logrado que aliste en mi forma de ser la camaleónica destreza de no dejarme desazonar por opiniones y de morderme la lengua con tal de no estropearles la sorpresa de ver cómo atrapo mis propósitos o, al menos, de observar cómo batallo por ellos.

Es por todo lo anteriormente expuesto que les agradezco, de corazón, su distinguido trabajo. No obstante, debo admitir que en ocasiones se torna complicado ejercer plenamente estas habilidades, por lo que me gustaría pedirles que pudieran considerar la humilde oferta de acompañarme muchos años más, sin ablandar ni dulcificar ninguno de sus provocadores dictámenes. Ser una eterna soñadora no se consigue en un abrir y cerrar de ojos, ¿verdad?


Les mando un fuerte y sincero abrazo, 

A.

sábado, 13 de febrero de 2016

¿Sin compromiso?

Creo en el amor.
Lo digo rotundamente porque es así como lo considero; no tengo dudas. De hecho, debo confesar que me da pena lo de que hoy en día esté tan generalizado esto de las relaciones sin compromiso y de los "amigos con derechos".
Se ha vuelto normal lo de controlar emociones y separar sentimientos. Por suerte o por desgracia, no obstante, no todos conseguimos implantar esta habilidad en nuestro cerebro y acabamos la mayoría de las aventureras e informales experiencias tendidos en el sofá, vistiendo un ruinoso pijama y sonándonos los mocos al ritmo de las más deprimentes canciones melancólicas (todo esto mientras maldecimos a la persona causante de nuestra situación, por supuesto).
Suele decirse que todo son etapas y que lo realmente costoso, es encontrar a alguien que sea capaz de removernos todo lo removible y que, además, esté en la misma etapa que nosotros.

No sé si seré la única, pero mi etapa de querer algo informal no ha llegado nunca plenamente. Digo "plenamente" porque sí es cierto que uno a veces quiere experimentar eso que promete ser el no va más, aun sin estar muy convencido, pero una vez ahí no se le termina de encontrar la gracia al asunto y el oportuno experimento acaba contigo en ese dichoso sofá, completamente desencantado.
Tal vez mi momento no haya llegado o, quizás, no esté hecha para este tipo de relaciones. Lo cierto es que no lo sé del todo.
Lo que sí sé es que hasta ahora he sido y sigo siendo una ilusa completa y rotundamente enamoradiza (y me encanta serlo).
Me enamoran esas miradas intensas que hablan por sí mismas. Del mismo modo, me resulta mágico el incontrolable nerviosismo y las ganas desmedidas que invaden cada recoveco de tu cuerpo cuando vas a ver a esa persona que altera todos y cada uno de tus sentidos de un modo inexplicablemente irrefrenable.

Venero los detalles y me quedaría corta tratando de explicar lo mucho que me gustan los ramos de flores ¡madre mía! Me enamoran las sorpresas y esa especial complicidad condimentada con una pizca de picardía (de esa que nadie entiende). Asimismo, me quedo prendada por el sentido del humor y es probable que sea una amante incondicional de las locuras compartidas.
Me cuesta pensar que esos besos, dados con sentimiento, puedan superarse o que haya algo más maravilloso que un abrazo tierno e interminable, capaz de cortarte el aliento y de romper todos tus esquemas. 

Una relación de noviazgo permite encontrar a alguien capaz de convertirse en tu copiloto de vuelo, junto con quien maravillarse de las vistas que ofrece el paisaje y no a otro alguien que te haga aterrizar, ¿no?

Me gusta pensar que, al igual que yo, todavía quedan indomables soñadores; incomprendidos que creen en la magia y en el encanto del amor. Por esto, y por algo más, no puedo decir otra cosa que no sea: ¡arriba esos ilusos completa y rotundamente enamoradizos!

martes, 9 de febrero de 2016

Gracias

Te encanta. De hecho, no sabes bien bien qué es lo que te atrapa, pero tu mente es plenamente consciente de que lo hace. Si pudiera calificarse este tipo de engatusamiento, una nota de diez sobre diez se quedaría corta. ¿Un quince tal vez? Mejor algo más.
Cuando está presente todo es maravilloso; el aroma que desprende es único y consigue hacerte sentir en paz contigo mismo, con el mundo y/o con ambos. Sencillamente hace que te sientas bien.
Es capaz de trasladarte hacia un universo paralelo, inundado por la serenidad y el equilibrio. Le darías un  premio por hacerte sentir en calma incluso cuando la definición que más podría ajustarse a tu ser, sería la de un completo y acabado saco de nervios, de prisas y de estrés. 
Siempre hay un buen momento para deleitarse con su compañía, indistintamente de que llueva o nieve. De hecho, si hace mal tiempo su presencia resulta aún más gratificante y reconfortante.
Adoras esas interminables tardes a su lado, durante las que es capaz de cederte unas chispas de su perenne calidez. Asimismo, te describirías como un fan incondicional (el "number one") de esas tempraneras mañanas a su lado.
Te gusta que esté contigo mientras caminas, pero todavía adoras más su compañía cuando puedes sentarte a apreciar todos sus encantos, cuando puedes dedicarle íntegramente tus cinco sentidos. Has vivido mil situaciones a su lado y sabes que vivirás muchas más. 
Su nombre podría subsumirse dentro de la categoría de los más corrientes y mencionados; has crecido escuchando su apodo, como quien oye llover, pero hasta hace relativamente poco tiempo no has tenido la ocasión de dedicarle tu plena atención; esa que te ha permitido descubrir su ilimitado encanto.
A su lado has compartido charlas interminables, momentos sensacionales y risas. Debes confesar que es capaz de multiplicar por siete los momentos agradables y de dividir entre noventa y seis los desagradables. Te ha acompañado, también, en las no tan buenas ocasiones y, sin lugar a dudas, ha sido un buen paño de lágrimas, a su manera y como buenamente ha podido. Sin embargo, lo que se te dibuja como más significativo, es que no te ha hecho sentir juzgado ni durante un ínfimo segundo, a pesar de haberte visto en prácticamente todas tus facetas y, por si fuese poco, jamás ha interrumpido ningún argumento sinsentido de esos que te da por desarrollar y defender ocasionalmente.
Debes reconocer que siempre atesora una presencia sensacional, se vista como se vista y utilice los complementos que utilice. Te fascina.


Por todo esto, y por miles de cosas más, sabes que nunca podrás cansarte de decirle: GRACIAS CAFÉ.

lunes, 8 de febrero de 2016

Tiempo de calidad

Un grupo de jóvenes merendando, esos éramos nosotros.

En la mesa: un suculento muffin de chocolate, un café espumoso perfumando el ambiente, un apetitoso croissant de chocolate, muy tostado, además de un yogur con mermelada de fresa y muchos cereales.
En las sillas: cuatro culetes cómodamente aposentados y despreocupados, felices de estar allí juntos.

Les hacía preguntas; quería que me ayudaran a encontrar temas interesantes que pudieran atraer e interesar tanto a chicas como a chicos. Quería opiniones y críticas, quejas y cumplidos. 
Allí estábamos, en lo que parecía ser una entrevista de trabajo grupal; todos ellos respondiendo a las preguntas que les hacía, metidos en el papel, profundamente concentrados, argumentando todas las respuestas y discutiéndolas entre ellos. Los minutos volaban.

Yo, los miraba. La verdad es que no dejaba de contemplarlos, ni por un segundo, pero no del modo en que puede parecer obvio. A momentos los escuchaba, es cierto, pero durante otros instantes dejaba de prestar atención a lo que decían sus palabras para observar sus gestos, las expresiones que se dibujaban en sus caras, esas distintas formas de hablar, de reír, de hacer tonterías, de refunfuñar y, en definitiva, de ser ellos mismos.
Los miraba, sí, pero lo más relevante era que los veía, a todos ellos. Veía ese infinito encanto que desprendían y lo realmente chistosos que estaban respondiendo a esas preguntas tan raras que les planteaba; improvisadas pero contundentes y difíciles de argüir a la ligera. De hecho, reconozco que algunas de esas cuestiones no las hice para obtener respuesta alguna, sino para seguir mirando cómo debatían y poder continuar quedándome embelesada por ese aura tan bella que desprendían. Me encantaba la sensación de poder transportarme a un cine mudo sin que ellos lo supiesen ¿no suena fantástico?


De tanto en tanto, anotaba todo aquello que me respondían, pero la mayoría de los trazos que dibujaba mi bolígrafo no reproducían sus palabras, sino a ellos mismos pronunciándolas.
Resulta curioso cómo, mientras ellos pensaban sobre qué asuntos querían leer, yo ya tenía claro sobre qué quería escribir, ya que sin previo aviso, unas palabras acudieron a mi mente en algún tris de esa merienda: tiempo de calidad.
Tiempo de calidad era, sin duda, aquella tarde con ellos. Aquella improvisada velada antes de irnos a casa tras haber pasado un intenso día juntos. No queríamos despedirnos; se estaba tan a gusto, tan en paz, que nuestros cuatro culetes cómodamente aposentados se hubieran quedado allí, indefinidamente.



martes, 2 de febrero de 2016

Cierra los ojos

Es de noche. Las luces están apagadas.
La música suena a través de los auriculares a un volumen alto, ideal para hacerte olvidar el mundo entero.
No tienes nada que hacer; no existen ni el estrés ni las prisas. Tu única labor es cerrar los ojos.
Sientes la música. Eres capaz de apreciar cada nota, cada cambio de ritmo. Toda tu atención se centra, solamente, en esos auriculares.
La piel se eriza, a momentos. Prestas atención a las palabras, a las letras y eres capaz de comprender el significado de todas las frases, como nunca antes lo habías hecho. Te encanta.
Durante unos instantes te enamoras de la canción; la melodía te inunda por completo.
Estás en una nube en mitad del paraíso. Nada puede salir mal, pero todo puede salir bien. Tal vez no haga falta que salga de manera alguna; no importa.

¿Sientes esa paz?


A momentos reflexionas. Puedes cambiar todo aquello que está en tus manos, piensas, y nada parece imposible. Sueñas con todo o, tal vez, con nada. No lo sabes, pero no te preocupa; da igual.
Quieres que se pare el tiempo. No te apetece dormir ni despertar, únicamente estar así eternamente, seguir perdiéndote en la nada para siempre. De hecho, estás en un instante tan sereno y plácido que no sabrías cómo acabar de describirlo.
Si pudieras definir la felicidad, la sensación que experimentas, sin duda alguna, sería un buen ejemplo para ello. No cambiarías absolutamente nada de ese eterno instante, sino que lo grabarías muchas veces, con el nombre cambiado, en tu reproductor de música y lo reproducirías en modo sin fin, aleatoriamente.

Allí queda guardado, pero lo más importante es que ha quedado inmortalizado en tu mente, para siempre. Te reconforta el hecho de pensar que tienes un trocito de felicidad almacenado, esperando a ser reproducido de nuevo cuando te apetezca o, quizá, cuando lo necesites.

Ahora, duermes.

domingo, 31 de enero de 2016

De otro mundo

Ayer, alguien se extrañó porque no conocía una canción de esas legendarias y súper simbólicas que, según él, era imposible que no hubiese escuchado nunca. Imaginaros cómo se quedó cuando descubrió que, a parte de no conocer esa canción, no conocía ninguna de todas las que mencionó, ningún grupo musical de los que consideraba sus ídolos, ni aquella película inigualable que había marcado la historia del cine.
La expresión de asombro que se dibujaba en su cara cada vez que se daba cuenta de que no tenía ni la más remota idea de nada de lo que me estaba diciendo era digna de enmarcar. Juraría, incluso, que se llevó las manos a la cabeza en más de una ocasión y podía notar que, realmente, no entendía aquello que estaba escuchando. Entre confusión, decepción y sorpresa, acabó por decirme, muy seriamente, que era de otro mundo.

No puedo explicar lo tremendamente inculta y descolocada que me sentí en mitad de esa situación.

Pensaba que seguiría mirándome con esa cara cada vez más indescriptible, que se acabaría yendo a recuperar del choque que acababa de experimentar a otro sitio, muy lejos de mí y que olvidaría para siempre ese momento oscuro que acababa de vivir. Su reacción, en cambio, me sobrecogió; me dijo que era muy afortunada y que tenía una suerte extraordinaria al tener ante mí todo un mundo nuevo y emocionante, enteramente por descubrir. Me habló de esas canciones, de los artistas que las cantaban, de las características más básicas de algunos géneros músicales y me hizo un breve resumen de aquella película legendaria, de la que, si os soy sincera, no recuerdo el nombre.

Me recomendó nuevas películas, se comprometió a enviarme un listado con algunas canciones épicas y a comentar todo ese material nuevo para mí, si me apetecía. Después, muy educadamente, se fue tal y como había venido.


No puedo decir otra cosa que no sea ¡WOW! Hay gente soñadora, buena y educada, aunque sea absolutamente diferente a nosotros, a nuestro estilo y a pesar de que tenga una forma de ver las cosas completamente distinta a la nuestra. Me resulta sorprendente cómo nos dejamos, muchas veces, influenciar por modas y por mil cosas más, olvidando que detrás de cada estilo, cultura o estatus se esconden personas que pueden ser mucho mejores a las que estamos acostumbrados a tratar.

Qué bonito es tener tantos mundos por descubrir y qué bonito es, el tener la suerte de encontrarse con personas que transforman una posible barrera, en una herramienta a través de la que unirnos y aprender.




jueves, 28 de enero de 2016

Imperfectamente tú

Si algo hubiese podido definirte en aquel momento, ese algo hubiese sido tu indomable determinación, tu inquebrantable seguridad y esa aureola firme y serena que te envolvía.
Estás justo delante de tu mesa de trabajo. Todo está en orden, todo está bajo control; justo a tu derecha tienes la caja de herramientas, esa que te costó tan cara y que sabes que tiene hasta el último y más impensable utensilio que podrías necesitar en caso de una hipotética urgencia. Detrás, a una distancia estratégicamente calculada, has decidido instalar cinco cuencos llenos de pintura de colores dispares y un pegamento que promete ser infalible. Tienes pinceles de todos los tamaños y estilos posibles, más tablones de madera de los que necesitas y, en definitiva, todo lo absoluta y humanamente posible para construir esa caja perfecta y estilosa que viste el día anterior en el programa "Bricomanía", uno te tus preferidos.
Un tablón por aquí, un clavo por allí...; todo encaja, todo es fácil y resulta resultón (viva la redundancia).
¡Ajá! Esto ya casi está; una mano de pintura y cuando se seque una capa de barniz para darle ese brillo que, te imaginas, hará ponerse gafas de sol a más de uno. 
Ya la puedes ver. La caja quedará perfecta en la estantería del centro del salón, esa que está justo al lado de la chimenea. Un buen lugar; céntrico y visible, para que todos puedan admirar tu obra de arte y felicitarte mientras tú te haces el modesto diciendo que lo hiciste todo en un momento y de manera improvisada.
Todo eso esta muy bien, pero no nos engañemos. La verdad es que mientras construías la caja, llevabas un delantal con un extravagante estampado frutal y de colores chillones que te había dejado la vecina; esa que se va a dormir cada noche acompañada del sonido de su radio, a todo volumen, capaz de atravesar paredes y acabar en tus oídos. 
Me acuerdo de que cada dos minutos tenías que parar tu laborioso trabajo para secarte ese persistente moquillo que asomaba por tu nariz y, también, de que se te escapó alguna que otra bien disimulada lagrimilla cuando te diste con el martillo en el dedo mientras sostenías un clavo. 
No se me olvidará cómo cantabas mientras deslizabas, torpemente, todos esos pinceles que ni tú sabías para qué servían por toda la superficie de la caja, pero mucho menos podré olvidar lo gracioso que te veías, concentrado y convencido de que todo te estaba saliendo perfecto.

Llámame rara, pero la verdad es que mientras tú estabas preocupado por dar esa imagen de hombretón, de manitas y de constructor, yo era feliz viendo como te sonabas la nariz con ese arte que sólo tú tienes. Me encantaba verte concentrado, con ese delantal tan gracioso y me moría de risa escuchando todos los gorgoritos guasones y profundamente desafinados que salían por tu boca, al ritmo de cada nueva pincelada. Y es que, aunque te choque, yo te prefiero así.



 Perfectamente gracioso, imperfectamente tú.

jueves, 21 de enero de 2016

Al son de la música

Un simplón y predeterminado "ring ring" me despierta cada mañana (todos sabemos que se le acaba cogiendo una cierta antipatía al tono que te despierta, así que mejor que no sea una canción bonita, por si las moscas).


Desayuno mientras escucho alguna emisora matutina que me haga reír con algún programa no demasiado chistoso o alguna otra que me informe de las noticias del día para acabar de darme cuenta de que estoy en la Tierra y no en alguno de mis sueños, quién sabe dónde.
Me arreglo al son de la música que desprende la carpeta "vintage" de mi ordenador. La susodicha carpeta revoluciona mi habitación; hace que aparezcan unas pomposas y majestuosas cortinas blancas, un elegante tocador de madera de roble, una cama resguardada bajo un coqueto dosel de seda, además de (por qué no) una pequeña mesa de té, redonda, acompañada de tres sillas blancas bien mullidas. 

Al salir de casa todo cambia. El reggaeton alborota mis oídos a través de los auriculares y hace que sienta esa euforia que te suele inundar mientras estás en tu discoteca preferida; bailando, gritando, saltando y riendo a carcajadas con tus amigos mientras intercambias alguna que otra miradita con ese chico que no deja de mirarte.
Durante el transcurso de la jornada me gusta parar los altavoces para escuchar otro tipo de melodía, que resulta ser algo más efímera. Me fascina percatarme del sonido fugaz que se desprende al pasar las páginas de los periódicos, de los pasos apresurados de la gente, del murmullo, del silencio, del viento, de la lluvia, de los coches, de las discusiones, de las risas.

Por la noche, tras haber vuelto a casa bajo los efectos del más animado pachangueo, la ducha se convierte en un improvisado pero apañado escenario en el que dar un concierto del que estoy segura que más de algún vecino habrá sido testigo, por suerte o por desgracia.
Las noticias vuelven a sonar en la radio para dar ese ambientillo culto al debate que suele haber durante la cena, tras la que llega el momento al que me gusta llamar "clásico" (así suena más sugestivo y seductor).
En el momento clásico suena la música del piano; tranquila pero alegre al mismo tiempo. Se crea un equilibrio perfecto que fusiona el ambiente vintage mañanero con la gracia de los salones enmoquetados, con el ambiente sereno de las bibliotecas, con los bailes románticos que se ven en las películas, con el misterio, con la elegancia, con la reflexión y con la inspiración.

Para terminar, nada como irme a dormir siendo consciente de que un simplón y predeterminado "ring ring" me llevará a un nuevo día donde, tal vez, suenen ritmos de rock, de serenatas o de heavy metal.




Quién sabe.

viernes, 15 de enero de 2016

Ese momento

Hace aproximadamente unas tres horas estaba dispuesta a empezar a escribir este blog, este nuevo proyecto que refleja uno de mis hobbies: escribir. Sí, esa gran herramienta que nuestros antepasados fueron capaces de crear, ese mecanismo que nos permite expresarnos, ser libres, evadirnos, reflexionar, convertirnos en otras personas e incluso emocionarnos.
Hace tres horas estaba pensando qué escribir, sobre qué dejar volar mis pensamientos, pero de hecho, me he dado cuenta de que no se trata de decidir e intentar buscar un hilo conductor que anude unas cuantas palabras; se trata de sentir.
Y es que sería un pecado empezar este blog sobre algo que no fuera la lectura o la escritura misma.
Permitidme deciros que yo nunca he sido una lectora fiel; de hecho, siempre me ha costado mucho acabar un libro y era de las que empezaba otro sin haber terminado el anterior. Siempre me ha pasado esto, hasta que un día, o muchos, me di cuenta de la increíble y potente magia que hay detrás de todas y cada una de las palabras, de cada historia, de ese amor incondicional que podemos sentir sólo con pasar nuestros ojos sobre un papel. 

Os tengo que confesar que ese cambio, ese momento, llega cuando dejas de correr, cuando dejas a un lado la monotonía, el aburrimiento, cuando empiezas a sentir, a descubrir y a entender que existe la magia, la ilusión y el cariño. Ese día llega cuando te das cuenta de que todo lo que te rodea es más complejo y abstracto de lo que creías: cuando te enamoras del mundo, del día a día.

Y es que leer es como vivir; es ir por la calle y sentir esa magia que te envuelve pero que poca gente es capaz de apreciar, es darte cuenta de los pequeños detalles escondidos en el día a día, es admirar a esos enamorados que van de la mano por la calle, es vivir consciente e inconscientemente a la vez, es sentir cariño hacia una persona mayor que se para a oler una flor en mitad de la ciudad, es el perfume que nos lleva a momentos del pasado, es emocionarse, felicidad, caos y orden, todo a la vez.


Observemos, soñemos, amemos, leamos y escribamos, por este orden.