sábado, 13 de febrero de 2016

¿Sin compromiso?

Creo en el amor.
Lo digo rotundamente porque es así como lo considero; no tengo dudas. De hecho, debo confesar que me da pena lo de que hoy en día esté tan generalizado esto de las relaciones sin compromiso y de los "amigos con derechos".
Se ha vuelto normal lo de controlar emociones y separar sentimientos. Por suerte o por desgracia, no obstante, no todos conseguimos implantar esta habilidad en nuestro cerebro y acabamos la mayoría de las aventureras e informales experiencias tendidos en el sofá, vistiendo un ruinoso pijama y sonándonos los mocos al ritmo de las más deprimentes canciones melancólicas (todo esto mientras maldecimos a la persona causante de nuestra situación, por supuesto).
Suele decirse que todo son etapas y que lo realmente costoso, es encontrar a alguien que sea capaz de removernos todo lo removible y que, además, esté en la misma etapa que nosotros.

No sé si seré la única, pero mi etapa de querer algo informal no ha llegado nunca plenamente. Digo "plenamente" porque sí es cierto que uno a veces quiere experimentar eso que promete ser el no va más, aun sin estar muy convencido, pero una vez ahí no se le termina de encontrar la gracia al asunto y el oportuno experimento acaba contigo en ese dichoso sofá, completamente desencantado.
Tal vez mi momento no haya llegado o, quizás, no esté hecha para este tipo de relaciones. Lo cierto es que no lo sé del todo.
Lo que sí sé es que hasta ahora he sido y sigo siendo una ilusa completa y rotundamente enamoradiza (y me encanta serlo).
Me enamoran esas miradas intensas que hablan por sí mismas. Del mismo modo, me resulta mágico el incontrolable nerviosismo y las ganas desmedidas que invaden cada recoveco de tu cuerpo cuando vas a ver a esa persona que altera todos y cada uno de tus sentidos de un modo inexplicablemente irrefrenable.

Venero los detalles y me quedaría corta tratando de explicar lo mucho que me gustan los ramos de flores ¡madre mía! Me enamoran las sorpresas y esa especial complicidad condimentada con una pizca de picardía (de esa que nadie entiende). Asimismo, me quedo prendada por el sentido del humor y es probable que sea una amante incondicional de las locuras compartidas.
Me cuesta pensar que esos besos, dados con sentimiento, puedan superarse o que haya algo más maravilloso que un abrazo tierno e interminable, capaz de cortarte el aliento y de romper todos tus esquemas. 

Una relación de noviazgo permite encontrar a alguien capaz de convertirse en tu copiloto de vuelo, junto con quien maravillarse de las vistas que ofrece el paisaje y no a otro alguien que te haga aterrizar, ¿no?

Me gusta pensar que, al igual que yo, todavía quedan indomables soñadores; incomprendidos que creen en la magia y en el encanto del amor. Por esto, y por algo más, no puedo decir otra cosa que no sea: ¡arriba esos ilusos completa y rotundamente enamoradizos!

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