jueves, 21 de enero de 2016

Al son de la música

Un simplón y predeterminado "ring ring" me despierta cada mañana (todos sabemos que se le acaba cogiendo una cierta antipatía al tono que te despierta, así que mejor que no sea una canción bonita, por si las moscas).


Desayuno mientras escucho alguna emisora matutina que me haga reír con algún programa no demasiado chistoso o alguna otra que me informe de las noticias del día para acabar de darme cuenta de que estoy en la Tierra y no en alguno de mis sueños, quién sabe dónde.
Me arreglo al son de la música que desprende la carpeta "vintage" de mi ordenador. La susodicha carpeta revoluciona mi habitación; hace que aparezcan unas pomposas y majestuosas cortinas blancas, un elegante tocador de madera de roble, una cama resguardada bajo un coqueto dosel de seda, además de (por qué no) una pequeña mesa de té, redonda, acompañada de tres sillas blancas bien mullidas. 

Al salir de casa todo cambia. El reggaeton alborota mis oídos a través de los auriculares y hace que sienta esa euforia que te suele inundar mientras estás en tu discoteca preferida; bailando, gritando, saltando y riendo a carcajadas con tus amigos mientras intercambias alguna que otra miradita con ese chico que no deja de mirarte.
Durante el transcurso de la jornada me gusta parar los altavoces para escuchar otro tipo de melodía, que resulta ser algo más efímera. Me fascina percatarme del sonido fugaz que se desprende al pasar las páginas de los periódicos, de los pasos apresurados de la gente, del murmullo, del silencio, del viento, de la lluvia, de los coches, de las discusiones, de las risas.

Por la noche, tras haber vuelto a casa bajo los efectos del más animado pachangueo, la ducha se convierte en un improvisado pero apañado escenario en el que dar un concierto del que estoy segura que más de algún vecino habrá sido testigo, por suerte o por desgracia.
Las noticias vuelven a sonar en la radio para dar ese ambientillo culto al debate que suele haber durante la cena, tras la que llega el momento al que me gusta llamar "clásico" (así suena más sugestivo y seductor).
En el momento clásico suena la música del piano; tranquila pero alegre al mismo tiempo. Se crea un equilibrio perfecto que fusiona el ambiente vintage mañanero con la gracia de los salones enmoquetados, con el ambiente sereno de las bibliotecas, con los bailes románticos que se ven en las películas, con el misterio, con la elegancia, con la reflexión y con la inspiración.

Para terminar, nada como irme a dormir siendo consciente de que un simplón y predeterminado "ring ring" me llevará a un nuevo día donde, tal vez, suenen ritmos de rock, de serenatas o de heavy metal.




Quién sabe.

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