jueves, 25 de agosto de 2016

Agosto, agosto, agosto

¿Colas en los supermercados? ¿Sin sitio en tu cafetería preferida? ¿Cansado de esquivar a gente por la calle cuando los horarios le declaran la guerra a tu reloj?

AGOSTO, AGOSTO, AGOSTO. 

Te animo a que te obsequies con un poco de tu tiempo para deambular, para callejear y para sentir esa inusual sensación de espacio. Entra en tu centro comercial preferido y recréate mirando los nuevos escaparates. Fíjate en todos esos colores, en todos los diminutos detalles que normalmente pasarías por alto. Préstale atención a todo lo que te envuelve y envuélvete en ese insólito escenario que cada vez va cobrando más familiaridad.

Ahora mismo es la hora perfecta para entrar a todas las tiendas que se crucen por tu camino. Pruébate todas las prendas que capturen tu mirada (y las que no también). Siéntate como si el mundo estuviese esperándote para ambientar cada una de las aceras que sostienen tus zapatos y disfruta de los compases relajados que construyen tus andares. 

¿Recuerdas el restaurante que hace esquina? Tal vez te sorprenda, pero te aseguro que esa interminable cola que suele espantarte también se ha ido de vacaciones. 
Cuando termines puedes subir al primer autobús que pase y bajarte en una parada desconocida para descubrir rincones preciosos que habitualmente no husmearías. Comentan por ahí que en uno de esos barrios misteriosos hacen el mejor pastel de queso de la ciudad, así que yo de ti no me lo pensaría dos veces.

Si te cansas de tu fascinante y novedosa calma puedes ir a las orillas del puerto. Se comenta que toda la gente se ha concentrado solamente allí; entre dos calles como mucho. Camina con cuidado porque ha llegado a mis oídos que las multitudes y los parones inesperados al andar están a la orden del día. 
No obstante, nunca se sabe, tal vez una belleza con aires extranjeros te robe unos segundos para pedirte que le tomes una fotografía antes de seguir con su visita guiada.

AGOSTO, AGOSTO, AGOSTO

Si ellos supieran todo lo que se pierden ¿verdad?

domingo, 7 de agosto de 2016

Aquí te espero

Podríamos comprar el primer billete de avión que decidan enfocar nuestros ojos. Podríamos convertirnos en exploradores sin mochila o en caminantes sin camino. Podríamos dejarnos llevar por cada pequeña mota de adrenalina y vivir soñando para soñar sonriendo eternamente.
Estaría muy bien perderse por las calles de quién sabe dónde. Me gustaría caminar por aceras llenas de músicos, por bordillos colmados de artistas callejeros capaces de entusiasmar y escoltar cada nueva zancada y cada antiguo pensamiento. 
Podríamos pasar las horas sentados en un pomposo banco de acero descubriendo nuestro alrededor, aunque he de reconocer que tampoco me importaría sentarnos en algún escalón perdido, de esos que van a parar a un chiquitín y coqueto río.

Preocupémonos, exclusivamente, de acertar con los nombres que les pondríamos a cada peatón que transitase por nuestras retinas; de acertar con sus historias y de embobarnos con cada ilusión que decida atravesar nuestra mente.
Juguemos a enamorarnos de las puestas de Sol y de los murmullos acaramelados. Ganemos medallas por estremecernos de emoción al ver cada nuevo escenario. 
Tumbémonos en cada parque que veamos hasta que el césped consiga que nos pique todo el cuerpo y parémonos a aturdirnos con los colores de la naturaleza. 

Podríamos cenar en una plaza plagada de flores y adornada con casitas de colores al son de las campanas de alguna iglesia cercana. No me digas que no te gustaría acabar el día entre luces y contrastes nocturnos, entre brillos, grillos y silbidos. 

Si algo sale mal, no pasa nada, yo me encargaré de poner melodías preciosas a todos los tropiezos para que al final acabemos tarareando las notas como si no hubiese pasado nada. 
Así que no te encantes más que el avión se nos escapa. Corre y prepárate para enamorarte hasta las trancas de nuestro alrededor, de los puntos suspensivos, de las dudas, de las respuestas y de los suspiros. Prepárate para sentirte enormemente pequeño.




Te espero en la cafetería de la terminal, no tardes.


jueves, 4 de agosto de 2016

Quédate conmigo

Te llaman felicidad, te consideran lo más de lo más.
Dicen que a veces juegas a ser inalcanzable. He oído que te gusta correr y que siempre quedas en primera posición en todas las carreras. 
Sueles hacer visitas breves, escuetas y gradualmente intensas. Te asocian al placer, a la buena vida, a las oportunidades y a tantas cosas más que se hace difícil llevar la cuenta de todas. 

Yo siempre he pensado que te conocía. Siempre he creído que habías estado a mi lado muchas veces. La verdad es que es cierto, ya nos conocíamos de mucho antes. Recuerdo caminar de tu mano cada vez que Mamá se ponía su agua fresca de lavanda antes de irnos a dormir. También es cierto que solías acompañarme durante esos momentos eternos y eufóricos al lado de Clara y su familia.

Por esos y otros muchos momentos más sé que eres real y que siempre me has dejado verte en los momentos más entrañables y emotivos. 
A pesar de ello, debo de reconocer que antes no era plenamente consciente de tu presencia, era pequeña y supongo que no me paraba a pensar en ti.

Me preocupé bastante cuando estuviste un tiempo perdida, aunque no te guardo rencor por ello.
Ahora, sin embargo, estás abrazándome más fuerte de lo que nunca habías hecho. Creo que en muy pocas ocasiones te he sentido de un modo tan real, consciente y arrebatador como en el que te siento ahora.

Me alegro. Me siento muy pero que muy agradecida por ser capaz, ahora sí, de conocerte en persona y en retrato. Me siento feliz simplemente por saber que estás, más que nunca, aquí conmigo; por saber que en algunos momentos eres tan fuerte que incluso consigues sacarme alguna lágrima. Te quiero y te quiero y te adoro y te requiero. 

Quizás será verdad eso de que todo son etapas. En algunas estás más cerca y en otras más lejos. Sea como sea espero que te quedes conmigo mucho tiempo más, porque tengo la sensación de que te estoy conociendo mejor que nunca.  


Me encantas.